El pueblo de Montezuma
El pueblo de Montezuma engaña a primera vista, pero si te quedas unos días y empiezas a conocer a la gente que vive allí y a descubrir todos sus rincones y alrededores, se convertirá en uno de tus lugares preferidos en Costa Rica.
Esto mismo fue lo que nos pasó. Al llegar ves que es un pueblo bastante pequeño que no tiene mucho de ofrecer. Pero es totalmente lo contrario.
Para comer hay 4 o 5 sitios que están muy bien, tanto en calidad de comida como en precio. En ellos podrás degustar la auténtica comida local en todo su esplendor.
Comida en uno de los restaurantes del pueblo de Montezma
En el pueblo de Montezuma trabaja una asociación donde colaboran algunos voluntarios para la conservación del medio ambiente. Nosotros conocimos a una chica española que llevaba ahí un mes como voluntaria. Si querías, podías participar con ellos en la limpieza de las playas y, si vas en temporada, también puedes acompañarlos a supervisar y vigilar el momento en que las tortugas van allí a entrerrar sus huevos o bien, a proteger a las crías si tienes suerte, ya que en las playas de Montezuma esto resulta bastante habitual por lo que nos explicaron.
Cascada de Montezuma
A escasos unos 10 minutos andando del pueblo, tenéis un camino que os llevará a una cascada bastante grande y muy bonita, donde os podréis dar un baño si os apetece.
Playas de Montezuma
Vale la pena caminar unos 20 minutos para encontrarse con esta playa espectacular y totalmente desierta. Antes de ella, hay un par de pequeñas playas, pero si llegáis hasta el final, estaréis totalmente solos (bueno, con los monos que os intentan robar la comida).
Tras caminar hasta la playa más lejana y pasar un rato allí, os recomiendo regresar a la playa del mismo pueblo y ver el atardecer tumbada en la arena. Nosotros nos pedíamos una cerveza en el bar que hay justo al principio del pueblo y nos tumbábamos en la arena a ver este precioso atardecer:
Una de las playas cercanas al pueblo
En el mismo pueblo de Montezuma podrás contratar clases de surf con los locales. La verdad es que son una maravilla, allí nadie tiene ni idea de nada y los chicos tienen una paciencia que es para reconocer.
Al viajar en Septiembre y estar todo mucho más vacío, tuve la gran suerte de compartir bastantes momentos con los locales (incluso acabaron invitándonos a una fiesta cercana al pueblo que nos encantó). Son ellos mismos los que se ocupan de las clases y os puedo asegurar que pasaréis un buen rato.